Biblioteca
Una de las principales tareas de las universidades es la generación de conocimientos renovados, con clara visión de servicio a la sociedad, para ser publicados en revistas académicas que tienen una serie de protocolos que conllevan pesados aparatajes burocráticos concebidos para el análisis editorial que acepta, niega o pide correcciones a los resultados de las investigaciones.
Los efectos positivos de esta forma de proceder son significativos, pues permiten depurar las propuestas e impulsar el avance hacia nuevos enfoques sustentados en procesos serios de trabajo, alineados, eso sí, a parámetros internacionales que van desde la forma de escribir y presentar hasta el contenido que debe ser considerado como un aporte al acervo del conocimiento académico. Esta pretensión tiene clara pertinencia científica, sobre todo en lo relacionado con el estudio y la investigación en ciencias exactas y experimentales. Sin embargo, no todos estamos de acuerdo con la arrasadora unidimensionalidad que se instaura, especialmente en relación con el conocimiento humanista que conlleva, por su propia naturaleza, el desarrollo de reflexiones y análisis que acuden recurrentemente a conceptos tradicionales, porque de lo que ahí se trata es de volver insistentemente a la comprensión de la condición humana que no se agota en lo científico sino que irrumpe en lo espiritual y cultural, siempre cambiantes y al mismo tiempo inmutables.
Las elecciones en Ecuador, estas y otras, son percibidas como oportunidades para resolver condiciones sociales críticas e impedir que se agraven, tratando de apagar incendios generados por formas culturales que nos involucran a todos. Sin duda, pese a la responsabilidad colectiva, hay que hacerlo, porque caso contrario el fuego se propaga devastando aún más. Desde esta perspectiva, frente al flagelo, debemos combatirlo y luchar para detener el desastre con miras a la futura reconstrucción de lo que queda.
Hoy, la realidad mundial y nacional –desde la obscuridad de la pandemia– está marcada por la urgencia de vacunar a la población, proceso que, en el caso ecuatoriano, evidencia nuestras precarias fuerzas para resolver problemas sociales de manera apropiada. Mientras otros países, con situaciones sociales diferentes, muestran que su mejor nivel de organización social funciona también para planificar y ejecutar este tipo de procesos, nosotros nos presentamos como somos, con grandes limitaciones económicas y también de concepción, planificación y ejecución para implementar este urgente requerimiento del cual depende nuestro futuro inmediato.
¡Sí, pero así no! Exclamo cuando veo lo que pasa en nuestro país y en el mundo con reuniones multitudinarias clandestinas o desafiantemente públicas, organizadas por gente que posiciona lo que consideran sus derechos frente a sus deberes de respeto a la ley y a la vida de los otros. La realización de esas reivindicaciones personalísimas es el resultado de una cultura global más que tolerante frente al ejercicio arbitrario de la voluntad de los individuos, y menos que tibia respecto a la exigencia de cumplimiento de sus responsabilidades como ciudadanos que conviven en un escenario definido por sistemas normativos que tienen como objetivo favorecer la vida comunitaria para garantizar su sostenibilidad en el tiempo. Porque culturalmente el culmen de las realizaciones de vida para gran parte de habitantes del planeta, y en nuestro caso del Ecuador, se encuentra en un concepto no crítico del ejercicio de la libertad, que no acepta restricciones porque no entiende que el otro y el entorno socio-natural son los receptores inevitables de los efectos de sus comportamientos positivos o negativos.
Permanentemente la doctrina cristiana emerge y se posiciona en la cotidianidad de mi vida profesional como profesor, especialmente, porque al tener a mi cargo materias jurídicas como Introducción al Derecho, Filosofía del Derecho y Teoría General de la Norma, la referencia al pensamiento de Jesús es inevitable, ya sea para confirmar la aceptación de su trascendencia en las instituciones jurídicas y en general en la vida social de gran parte del planeta o para analizar a quienes la contradicen calificándola como generadora de injusticias y de incorrecto desarrollo social.
Escribo esta columna desde mi experiencia personal frente a las nuevas formas de educación superior en el Ecuador. La intermediación de cualquiera de las plataformas virtuales que reemplazan al espacio físico –aula– en el cual se trabajaba antes implica nuevas prácticas docentes que exigen al profesor una planificación más exhaustiva y una disciplina más estricta para cumplir cabalmente con su objetivo considerando los nuevos elementos, sobre todo emocionales, que forman parte de la mediación informática.