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Artículos de opinión

Deberes y derechos

  Por: Juan Morales Ordóñez -

Esta posibilidad, primero deberes y después derechos, es la actitud individual más honorable y de mayor eficiencia en los actuales momentos que tanto exigen de nosotros para salir de la gran crisis. Sin embargo, no es obvio que este enfoque sea asumido, en unos casos, por la desfachatez intrínseca a grandes grupos de ciudadanos que se mostró en esta época trágica, cuya manifestación mayor es la venal corrupción que enquistada socialmente nos carcome y destruye; y, en otros, por el conocimiento que algunos puedan tener de la historia de estos dos conceptos, especialmente la del siglo XX, marcada por las abominaciones contra la dignidad de las personas cometidas por regímenes políticos como el nacionalsocialismo, el fascismo y el comunismo, que transgredieron el respeto debido al ser humano e implantaron la barbarie del desafuero moral. 

Honestidad criolla

  Por: Juan Morales Ordóñez -

Un distinguido ciudadano estadounidense, que vive en Ecuador por casi cuarenta años, promueve permanentemente acciones que rescatan el valor de comportamientos positivos para superar situaciones de corrupción como la extorsión y el soborno. Afirma, de forma sostenida en el tiempo y lo predica con su ejemplo, que uno de los caminos que la sociedad ecuatoriana puede emprender es diseñar mecanismos que permitan desviar actos de corrupción mientras estos se producen. Cree que el lenguaje colabora con la construcción de la realidad y que las palabras que utilizamos son casi exclusivamente para describir la maldad y la decadencia, contribuyendo así para que esta situación se perennice. No desconoce la existencia del error intrínseco a las acciones de las personas, pero está convencido de que tiene que haber alguien, individuo o grupo, que hable de las características buenas que tenemos los ecuatorianos… de la honestidad criolla, que es más importante culturalmente que su antípoda, la viveza criolla.

De la polis griega a Matrix

  Por: Juan Morales Ordóñez -
Se nos fue el paraíso. De golpe. Porque ya no dábamos más, porque hicimos tanto para destruirlo, que lo conseguimos. Porque renegamos, soberbios e insulsos, de los referentes que nos sostenían y en su lugar colocamos incertidumbres y perplejidades, rechazando lo construido, hurgando en nuestras debilidades para gritar que lo que funcionaba no era tan bueno como debía, ni todo lo perfecto que tenía que ser, y en su lugar posicionamos vanas reflexiones intelectuales carentes de esperanza, que no propusieron otra cosa que destrucción.
 
Se nos fue el paraíso y entramos de lleno en la fría realidad virtual que es el escenario paralelo en el que nos encontramos, trabajamos y vivimos… en el que somos. La tenacidad humana para desarrollar creaciones tecnológicas cada vez más sofisticadas, siempre ha dado frutos y hoy estas constituyen el ámbito de bites y algoritmos que nos acoge y también nos define. Es la red virtual, es Matrix, posibilidad planteada con brillantez por las escritoras y directoras de cine, las hermanas Wachowski, en la película de ficción de ese nombre que propone la dualidad y el paralelismo entre los programas informáticos y la realidad orgánica. Claro, debemos adaptarnos al escenario de la red digital, pero también debemos resistir, porque es muy fácil que nos arrellanemos en el escenario paralelo y rechacemos lo orgánico por su precariedad y falibilidad que tanto nos molesta. Esta adaptación a las redes informáticas se ha venido dando, siendo casi universal la utilización de programas virtuales de comunicación. El riesgo concreto es que nuestras preferencias sean las de la virtualidad, porque nos brinda artificialmente lo que queremos y, cuando no estamos a gusto, simplemente abandonamos el chat, bloqueamos al impertinente o lo eliminamos de nuestros contactos. Fácil.
 
Debemos resistir para estar no solamente ahí y tratar de recuperar el tiempo perdido y la presencia perdida del otro, con todas sus implicaciones. Esto siempre es posible y, quizá, nuestra inexorable mutación cultural tendría dos frentes: adaptarse a lo inevitable y buscar con convicción construir nuevamente y mejor lo que teníamos antes: contacto, relación profunda con la naturaleza, relaciones presenciales y respeto de la complejidad de lo que crece y muere, de lo orgánico. La polis griega, o el habitar juntos, fundamento de conceptos como la ciudad y la política, le cedió el espacio a la red virtual para casi todo, con excepción de lo familiar inmediato representado por el hogar que nos cobija. Es un inmenso retroceso o un paso fatal en la evolución-involución humana. El grupo íntimo al alcance y los otros, el resto, distantes y ajenos, con los cuales nos relacionamos en el sistema, para que ahí y bajo sus reglas hablemos y seamos… una jaula de hierro o una de bites y de códigos.
 
La intermediación inexorable de la informática irá in crescendo en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea y del futuro. Podemos, y la esperanza radica ahí, construir poderosas burbujas de humanidad consciente y practicante de los principios y valores históricos tan vilipendiados por la racionalidad ciega y fatal. Así, podríamos vivir lo ineludible y también construir una realidad social, orgánica y espiritual que impida que lo real se convierta en marginal. (O)

La peor crisis de nuestra historia

  Por: Juan Morales Ordóñez -
Para la humanidad, esta es una de las más graves crisis de todos los tiempos. Para el Ecuador, es la peor de todas, que se hace evidente desde un azorado presente congelado en el grisáceo tiempo del confinamiento y en la angustiosa incertidumbre que provoca mirar las posibilidades de un futuro que se revela marcado por grandes dificultades en todos los ámbitos sociales. Es que hoy, desde la obscena crudeza de cientos de muertos y de los destinos rotos de tanta gente, resulta imposible no mirarnos críticamente como pueblo, en nuestra lacerante identidad que ha producido este presente que condiciona casi fatalmente el porvenir, porque lo que nos pasa no es responsabilidad exclusiva de los malos gobernantes, empresarios, sindicalistas, profesores o ciudadanos específicos, sino que nos involucra a todos.
 

No son ellos, somos nosotros

  Por: Juan Morales Ordóñez -

Siempre que pensamos que algunos individuos son menos buenos que nosotros, nos ubicamos en una posición de superioridad que conlleva la implícita y a veces explícita acusación –en tiempos de crisis– de que ellos son los culpables y nosotros no. Es una postura tan común que quienes están ahí sintiéndose excepcionales deberían darse cuenta de que forman parte de una masa amorfa y generalizada, integrada por individuos que provienen de todos los ámbitos sociales, ya sean populares y sin educación formal o cultos por definición propia, que se tienen a sí mismos por agudos comprendedores de las circunstancias. Los unos y los otros actúan compelidos por el irresistible impulso para encontrar defectos y errores en el actuar de los demás. De igual forma están los que los azuzan para que sigan gritando que los otros son responsables de todo lo malo. Tanto esos actuantes como sus corifeos se regodean en esa dinámica, sin manifestar el más mínimo sentido crítico de sí mismos, incapaces emocional e intelectualmente de mirarse y comprender que forman parte de un escenario y que su propia vida los hace copartícipes de esa realidad.

‘En perspectiva del fin’

  Por: Juan Morales Ordóñez -

Esta frase la escribió Ramiro Laso, decano de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad del Azuay, como título de su informe de actividades del año 2019, en cuyo prólogo, citando al filósofo francés Castel, reflexiona sobre el rol de la educación en el presente y en el porvenir. Sostiene que toda acción humana requiere de una clara perspectiva del fin como momento inexorable de cualquier proceso vital y que ese nivel de conciencia debe ser cultivado a través de la educación, pues solamente desde la certeza de la finitud es posible encontrar las mejores opciones que contribuyan en la búsqueda de una supervivencia digna.