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Los ecuatorianos estamos abrumados por la decadente realidad de la política nacional que bien podría someternos, sumiéndonos en un abismo oscuro de desesperanza frente al futuro inmediato y al porvenir que se vislumbra. Son tantos los acontecimientos negativos que se nutren de la vileza de sus protagonistas, cultivada con alevoso desparpajo, que corremos el riesgo de asimilarnos a ese entorno, sintiendo que somos tan responsables como aquellos de esa oscura ruindad. Sin embargo, no es así, porque la gran mayoría de ciudadanos es gente honesta que trabaja para vivir con decencia, contribuir con el desarrollo de la sociedad y mejorar sus condiciones de existencia emocional y material.
El escenario de la política, en nuestro caso, es tan bajo y penoso que no merece que le otorguemos más importancia de la que tiene, pues pese a que es esencial para la convivencia, por su evidente degradación moral podría envolvernos y asfixiarnos y, si no lo logra, podría producir el terrible efecto de acostumbrarnos a esas conductas venales que a partir de ese momento pasarían a formar parte de nuestra cotidianidad, adquiriendo sus atrabiliarios actores un espacio en nuestras vidas. ¡Un panorama de terror! ...si lo permitimos.
La palabra bioética fue utilizada por primera vez a inicios del siglo XX. Posteriormente, en los años setenta, el científico y pensador estadounidense Van Rensselaer Potter posicionó definitivamente el término que hoy tiene presencia global. Siempre encontré que su actual vigencia era una suerte de remozamiento del viejo vocablo ética, porque este último es el que tradicionalmente da cuenta de la necesaria reflexión moral consustancial a toda acción humana. Consideré y aún lo hago, que la ética es amplia y que el nuevo término, bioética, al ser una nueva versión del mismo, también lo es, especialmente porque está relacionado con las ciencias de la vida, tanto con las que tienen que ver con lo orgánico, como biología, ecología o salud, como con las sociales… filosofía, economía, política; y, por supuesto, con el derecho, inmenso sistema que regula la vida humana en todos sus aspectos, tanto orgánicos como sociales.
La reflexión filosófica sobre la contemporaneidad global tiene como temas de análisis a acciones humanas conectadas con el uso del agua y del suelo, la investigación científica, la aplicación de la tecnología, la inteligencia artificial, la neurociencia y el aprovechamiento y destrucción de los recursos naturales, entre tantas otras actividades relacionadas con la vida en el planeta. Para quienes sostienen, ligeramente, que lo único importante es hacer y alcanzar los objetivos pragmáticos propuestos, la realidad actual de precariedad sistémica y riesgo de extinción global representa un desmentido colosal a esa posición que defiende el deterioro y edifica un presente y un futuro apocalípticos. El punto de vista moral es consustancial a toda idea, proyecto o acción, porque a través de él analizamos su valor ético desde la perspectiva del mantenimiento de la vida o de la contribución a su destrucción, por supuesto, en el intrincado marco civilizatorio en el cual se despliegan todo tipo de intereses que reflejan una condición humana dibujada tanto por el altruismo como por el egoísmo que no ve ni comprende el todo, sino únicamente objetivos que benefician sus miopes enfoques.
En Ecuador es el mejoramiento de las condiciones de vida de los grandes grupos sociales, que no puede concebirse sin políticas públicas dirigidas al fortalecimiento de un sistema nacional de salud que posibilite el bienestar físico y emocional de todos, a la construcción de un modelo de educación que permita comprender la importancia del conocimiento orientado al bien común, y sin la búsqueda consistente de superación de la pobreza. Son responsabilidades que convocan al Estado y a los individuos, para desde esas bases —cuyos niveles de concreción deben ser cada vez mayores en la realidad social del país— pensar y actuar colectivamente en la ilimitada gama de posibilidades de mejoramiento para el bienestar individual y grupal, la seguridad ciudadana, el cuidado del medioambiente y la búsqueda de la paz, armonía y felicidad, grandes objetivos de la humanidad plasmados en declaraciones de las organizaciones internacionales y de los países, desde las Naciones Unidas hasta las constituciones de los Estados nacionales.
¡A diestra y siniestra! Bloqueos de carreteras que impiden la libre circulación de personas. Grupos de manifestantes armados con objetos para dañar las llantas de los vehículos de ciudadanos que intentan circular, porque tienen derecho a hacerlo, y ellos lo impiden con alevosía que desafía y arrasa. Sabotajes a instalaciones públicas y privadas para que luego de la advertencia que amenaza y de la aplicación de la fuerza bruta, sus administradores hagan lo que esos iracundos individuos y grupos quieren, ya sea entregando el dinero exigido o suspendiendo las actividades de sus empresas, negocios o emprendimientos productivos, consiguiendo así afectar aún más la precaria convivencia y llevar a la sociedad ecuatoriana al caos. Secuestros de gente que se opone a su violencia o a miembros de la fuerza pública que asustados intentan detener la ira y el descontrol de masas desaforadas que atacan y destruyen. Amedrentamiento sistemático a todos los que no piensan como ellos. Agresiones que destrozan los bienes públicos que son para el uso de todos. ¡Delitos a granel!
Las palabras tienen gran fuerza porque permiten expresar ideas y la amplia gama de sentimientos y emociones.
Impresionado por los hechos que dan forma a la actual realidad nacional en lo relacionado con el derecho, la administración de justicia, la institucionalidad privada y pública, y con lo jurídico en general –complejo sistema que define y regula la vida individual y colectiva–, inicié un proceso de búsqueda del vocablo o frase que con mayor pertinencia pueda dar cuenta de la decadencia en la cual ciudadanos, abogados, funcionarios e integrantes del sistema de administración de justicia nos desenvolvemos, en una cotidianidad que grita su angustia y también se acomoda fatalmente a una realidad que utiliza al derecho como un traje para disfrazar su miseria e impudicia.