La charla inaugural de este congreso, que durará tres días, la ofreció Richard Clarke, que fue asesor de seguridad nacional de los presidentes estadounidenses George W. Bush y Bill Clinton. Clarke aseguró que los cambios producidos por la revolución de las tecnologías de la información son más profundos que los generados por la revolución industrial, “algo que ahora tenemos claro pero que hace 30 años no era tan obvio”, aseguró, ante una audiencia de unas 3.000 personas de 70 países, que han pagado una media de 400 dólares por asistir a este evento.
Clarke ha explicado que el presidente Clinton le pidió durante su mandato que recorriera el país preguntando a los responsables de las grandes empresas qué futuro traería la tecnología. “Ni Bill Gates [fundador de Microsoft] ni Larry Ellison [fundador de Oracle] pudieron responderme a esa pregunta. Fue el presidente de una empresa de ferrocarriles, con más de 100 años de historia, quien lo hizo, al decirme: ‘No somos ya una empresa de ferrocarriles, somos una empresa de tecnología que hace trenes’”.
El experto en ciberseguridad ha asegurado que el momento clave en el que el mundo se dio cuenta de que, efectivamente, todos dependemos de forma casi patológica de la tecnología fue en 2017, cuando Rusia dirigió a Ucrania un ciberataque que paralizó el país en cuestión de minutos y, después, afectó al resto del planeta. “Se produjeron más de 1.000 millones de pérdidas en un solo día, en todo el mundo; eso demostró a los directivos de todos los lugares que somos todos empleados de empresas tecnológicas que, además, hacen algo más”.
Ahora estamos, según Clarke, en una segunda fase de la revolución tecnológica, protagonizada por tres nuevas tecnologías: el aprendizaje automático de las máquinas (maching learning), la computación cuántica y, en tercer lugar, el 5G y el internet de las cosas. Las tres combinadas ofrecen grandes oportunidades, aseguró, pero también tienen enormes riesgos. “La revolución tecnológica necesita ética o nos esclavizará”, dijo.
El experto explica, por ejemplo, cómo las máquinas “están tomando decisiones que no sabemos cómo ni por qué se están tomando”, y que tienen sesgos que pueden perpetuar el racismo y el sexismo. “Necesitamos, en machine learning, en la computación cuántica y en el 5G, introducir la ética y los estándares morales para asegurarnos de que somos nosotros, y no ellas [las máquinas], los que tenemos el control”, dice.
Clarke citó otras tecnologías, como la revolución biotecnológica y genética que, combinadas con las otras tres, pueden crear un mundo totalmente inseguro en el que los ataques DOS [denegación de servicio, que paralizan webs] sean mayores que nunca o en el que, por ejemplo, las máquinas de hospitales que mantienen a personas con vida estén conectadas directamente al ciberespacio y se puedan controlar. También habló de un mundo distópico, que ya estamos contemplando, en el que los gobiernos controlan a sus ciudadanos; “en Rusia se usa la tecnología con fines políticos, y China utiliza el reconocimiento facial para controlar a los suyos y puntuarles”. El experto cree que necesitamos “normas internacionales” que protejan los derechos humanos y libertades, y explica: “Todas estas tecnologías hacen el mundo más interesante, pero también más frágil. Dependemos de ellas y no podemos volver atrás. Si los sistemas fallan, son atacados o eliminados, toda nuestra civilización se detiene, nuestras economías se paralizan. Somos dependientes como lo fueron los conquistadores españoles que llegaron a una nueva tierra y no pudieron volver atrás, y si no podemos hacer que esta nueva tierra funcione con seguridad y justicia, tampoco nosotros podremos volver atrás”.
Clarke concluyó su intervención dirigiéndose a los asistentes: “Les desafío a ustedes, como expertos, a que averigüen qué mundo quieren: uno donde la tecnología es inmoral y no hay normas internacionales que lo eviten, o uno donde usamos la tecnología para una humanidad mejor. Averigüen qué camino quieren seguir, elijan y, cuando lo sepan, actuén”.